Este místico musulmán murciano y universal es, quizá, el más ilustre sufí de todos los tiempos y su patria chica, la ciudad de Murcia en España, le debía cuando menos un homenaje. Y este ha sido el motivo por el que las autoridades municipales dedicaron una avenida de la ciudad a su nombre y a la reciente instalación a lo largo de la misma unas 30 farolas que culminan en otras tantas medias lunas en honor del musulmán murciano, que consideró a Jesús como el Santo de los Santos. Admirador como soy del santo sufí, me pareció muy justa y merecida esta decisión. Pero a la vez me invadió una inquietud y una preocupación. Me da por preguntarme ¿podría yo admirador de San Agustín de Hipona presentarme en la ciudad argelina donde nació y solicitar una placa en la calle o una capilla en su honor?
Cada vez más, el mundo musulmán cierra sus puertas a toda influencia exterior, sobre todo religiosa y olvida que las relaciones entre países soberanos se deben regir por el principio de reciprocidad. . .