los orígenes cristianos del rey Lobo

Cangas

1.-EL CONTEXTO

La llegada de los musulmanes a España en el año 711, fue ante todo, una conquista, una ocupación de bajo coste en vidas y medios si tenemos en cuenta la envergadura de la operación, los limitados medios técnicos del momento y la notable diferencia numérica entre el contingente invasor y la población autóctona española. Los musulmanes que llegaron a España fueron, según el ilustre profesor Claudio Sánchez Albornoz, 40.000: según otros autores 60.000, incluyendo a las tropas sirias que llegaron años más tarde -741-, para sofocar la sangrienta revuelta bereber. Fue, repito, una conquista originada por dos necesidades imperiosas. La de imponer a los infieles trinitarios y ateos las bondades de la nueva fe verdadera y a poder ser, usurpar pingues botines y tierras fértiles donde establecerte, lejos de los secarrales improductivos de los desiertos arábigos. Es cierto, además por la perfecta planificación y exquisita ejecución táctica de los mandos militares árabes y el valioso conocimiento de la situación socio-política al otro lado del estrecho, fruto, sin duda, de la información obtenida previamente con la inspección de las costas y de las poblaciones más señaladas del interior peninsular. También las alianzas con grupos visigodos disidentes fueron claves para la consolidación de la victoria. Y más que otra causa, por un cúmulo de factores negativos favorables que resumen la caótica situación general de la España visigoda. Una monarquía electiva sumamente inestable por las ambiciones personales de la nobleza encargada de nombrar al rey. El hastío de la población hispano-romana mayoritaria, empobrecida por los gravosos impuestos y una vida de mera subsistencia y por lo mismo sin un ideal ni referente nacional que defender. El muy justificado apoyo de las comunidades judías a los árabes si tenemos en cuenta la humillante condena a la esclavitud dictada por los sucesivos concilios visigodos de Toledo y en especial el último. En suma, una precaria unidad religiosa entre arrianos y católicos a cuenta de la divinidad de Cristo, una unidad territorial frágil con ambiciosos señores visigodos feudales, auténticos déspotas en sus territorios y tríbus norteñas levantiscas en continua rebeldía para no perder la costumbre.

 Vencida la resistencia inicial, el avance hacia el norte fue rápido y casi sin lucha, si exceptuamos algún destello de brutalidad de los musulmanes, como los sucedidos en Córdoba y Zaragoza donde asesinaron, tras la toma por asalto de las medinas, al personal civil no combatiente. Quisieron así doblegar la voluntad de resistir intimidando con un método tan convincente a los posibles futuros opositores. Fue también el instrumento que logró el milagro de tan fulgurante dominación, originada también por dos necesidades imperiosas. Imponer a los infieles trinitarios y ateos las bondades de la nueva fe y a poder ser, requisar botines y tierras fértiles donde establecerte, lejos de los secarrales improductivos de los desiertos arábigos.

 Los recién llegados, obligados por la escasez de personal combatiente y para repoblar los vastos territorios conquistados y por la necesidad estratégica de eliminar bolsas de resistencia a retaguardia, aplicaron una política de pactos y tratados que produjo sumisiones y fidelidades incondicionales. Desde el principio los árabes implantaron unas reglas precisas y tajantes. La conversión al Islam suponía adquirir todos los derechos inherentes a un musulmán, tan sólo obligado al “azoque” o limosna. Por el contrario, quienes desearan mantener su religión y costumbres estarían sometidos a un doble impuesto, de capitación, denominado yizia, y otro sobre la tierra (jaray). Sin embargo el profeta Mahhamad, tuvo el detalle de incorporar al libro sagrado del Corán, un trato especial para los “dhimmies” o “gentes del libro”, que eran esencialmente “judíos y cristianos pero también los sabeos y quienes creían en Dios y en el Último Día y actúen rectamente, tendrán su recompensa junto a su Señor. “No tendrán que temer y no estarán tristes. Verdaderamente, entregamos a Moisés la Escritura y después de él seguimos enviando profetas. Y dimos a Jesús hijo de María las pruebas claras y le fortalecimos con el Espíritu Santo. (Corán, 2:62 y 2:87) “viven bajo la protección del gobernante musulmán. con derechos y deberes distintos. Así, la ley islámica o “sharia” que aplicaron los árabes en España fue en su versión menos rigurosa, ”maliki”, pero aún así marcó severas restricciones y situó a los mozárabes españoles en un plano de inferioridad con el resto a las comunidades musulmanas. Quienes no deseaban acogerse a ninguna de los opciones anteriores, les esperaba el exilio o la muerte. Vemos pues que las masivas conversiones de conveniencia que se producirían años más tarde tuvieron, sobre todo, un trasfondo económico y que llegaron a quebrantar perjudicar de tal forma a las arcas del propio califato. Tan grave quebranto llegó a producir en las arcas del emirato cordobés que con el tiempo llegó quedarse sin fondos para costear la necesidad de un ejército permanente.

 Los pactos fueron pues el instrumento estratégico de primer orden que los árabes utilizaron para la conquista de España. Dos son los tratados más conocidos Sin embargo llama De ahí que los pactos en un principio fueron incluso inexplicablemente benignos y generosos con quienes se sometieran voluntariamente, como es el caso del llamado Tratado de Tudmir”. único tratado escrito que ha llegado hasta nosotros, extraordinariamente generoso con el vencido duque visigodo Teodomiro. a quien se le permitió ostentar su título nobiliario, sus propiedades, su religión y establecer un territorio plenamente autónomo dentro del emirato, a cambio de un moderado impuesto y fidelidad incondicional. En este caso, si hemos de creer a los cronistas árabes, pudieron intervenir además otros factores que favorecieron un trato tan amistoso con el noble oriolano. Abdelaziz, hijo de Muza y emir de Al-Andalus nombrado por su padre antes de su partida hacia Damasco requerido con urgencia por el califa, había contraído matrimonio con Agilona, viuda del último rey visigodo Rodrigo, muerto en la batalla o escaramuza de la Janda. Muy posible es que el duque de la Bética Teodomiro, mantuviera lazos amistosos o familiares con él e incluso que luchara a su lado en el Guadalete. Se afirma también que Agilona ejerció una poderosa influencia en el general árabe llegando incluso, parece, a convencerlo de que se convirtiera al cristianismo. Y que, enterado el califa de tan intolerable apostasía, ordenó su asesinato cuando rezaba en una mezquita sevillana. Todos estos episodios, de ser ciertos, invalidarían este hermoso tratado, único que se conserva por escrito, como el modelo de todos los que llegaron a establecerse a lo largo de toda la dominación musulmana y un ejemplo magistral de la pauta a seguir cuando se pretende conquistar un país. Sin embargo, la llegada masiva al islam de conversos de otras confesiones para acogerse a las sustanciosas ventajas fiscales que ofrecían los musulmanes dejaron las arcas del emirato sin fondos para sostener el aparato del estado y el poderoso ejército necesario para combatir las frecuentes rebeliones.

A pesar de lo dicho, ¿podríamos calificar este pacto como el modelo que se empleó en las relaciones entre musulmanes y cristianos durante la larga ocupación de los primeros?

josé lázaro marco